8 de noviembre de 2017

HACIA UNA REPÚBLICA FEDERAL Y SOLIDARIA



Llamarme exagerado, loco, iluso, utópico o cualquier otro sinónimo que os venga en gana, pero creo que no nos damos cuenta de que estamos en medio de la "tormenta perfecta" para que las expectativas y deseos de los republicanos se conviertan en realidades. 

Los recientes acontecimientos que han tenido y tienen lugar en Cataluña suponen una grieta en el muro antirrepublicano levantado por el régimen del 78. Además, en cierta manera, estos acontecimientos están sirviendo para que aquellos españoles que nunca han mostrado el más mínimo interés por la República, incluso sus detractores por comodidad o temor, comiencen a pensar en las virtudes y ventajas de un sistema de estado republicano moderno que garantice sin matices los derechos humanos.

Nos encontramos en una situación crítica. Cada vez somos más los que denunciamos la falta de consistencia de ese pretendido Estado de Derecho que nos dicen que es España. Estamos cansados de ver como la credibilidad de las Instituciones perece victima de una corrupción inaudita, mientras las clases trabajadoras ven como sus derechos caen y caen. 

La sospecha de corrupción recae indefectiblemente sobre cada acto o decisión que se toma por el Gobierno, un gobierno en minoría y débil, y por aquellos que están designados por el Ejecutivo para dirigir todas y cada una de las Instituciones. El poder judicial tampoco se libra de estas sospechas, es más, cada día aumentan. 

A pesar de todo las encuestas siguen dando mayoría electoral a un partido politico investigado judicialmente y en el que militan cientos y cientos de correligionarios igualmente acusados por la justicia. ¿Que nos está pasando? ¿Acaso nos han convertido en lo que Friedich Hegel calificaba como plebe, como consecuencia de haber precarizado nuestro trabajo, nuestra dignidad y nuestros derechos, haciendo así que nos conformemos, sumisos y agradecidos, con subsistir por debajo de los niveles mínimamente aceptables en un estado de derecho?

Los medios españoles, la inmensa mayoría, callan. Hablar de República sigue siendo tabú en España. Los difusos colores de una simple camiseta de fútbol han levantado las iras de la derecha política, tan monárquica y tan liberal ella. No sucede lo mismo en Europa, allí, desde su repúblicas, las cosas que están sucediendo en España se ven de diferente manera y los medios se hacen eco a través de artículos y editoriales.

Dejo a continuación una transcripción de un artículo firmado hoy por Patrick Le Hyaric, Director del diario francés L'Humanité, miembro del Parlamento Europeo y vicepresidente del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea (GUE-NGL) en el Parlamento Europeo, artículo en el que emplaza a las fuerzas progresistas españolas a trabajar para lograr la reinstauración de la República en España.

¡ Silencio cómplice por parte de las autoridades europeas ! 


La aguda crisis española no viene como un trueno desde un cielo sereno. Ciertamente hablamos de ello abundantemente pero agitando la tela de las apariencias. Por contra se calla la boca en relación con los casos de corrupción tanto en Madrid como en la Generalitat de Cataluña, y sobre las políticas de austeridad dictadas por la Comisión en Bruselas que tanto sufrimiento causan, responsables del desempleo masivo y la inseguridad en el trabajo. 

Silencio también sobre la crisis de la representación parlamentaria, tanto es así que el gobierno de Rajoy existe solo gracias a la benevolencia del partido socialista español; una crisis democrática e institucional vinculada a la negativa a cambiar la Constitución de 1978, que serviría entonces de transición entre el régimen franquista y un sistema más democrático. En ausencia de tal evolución, la Ley Básica española ya no corresponde a las demandas de la sociedad. La decisión de Rajoy, hace años, de reducir la autonomía de Cataluña agravó aún más las múltiples fracturas que la sacudieron. 

La aplicación indiscriminada de las políticas de austeridad ordenadas desde Bruselas después de la crisis de 2008, como en Italia, Portugal o Grecia, la negativa a escuchar el "movimiento de indignados" que siguió y la falta de visión de un ejecutivo español de gran fragilidad, solo han fortalecido un movimiento independentista bajo la égida de las fuerzas conservadoras.

Sin embargo, esto último no plantea en ningún momento la cuestión de la emancipación social y democrática. Por el contrario, en Cataluña como en cualquier otro lugar, todo sucede como si estos movimientos quisieran demostrar a la Comisión Europea que serían aún más dóciles que sus "Estados-Nación". Sin embargo, hasta entonces, incluso con múltiples defectos, desde los períodos revolucionarios en Europa no hemos encontrado un mejor sistema de organización que el de los Estados-Nación. 

Sin duda es necesario transformar estos Estados-Nación para otra globalización, con la ambición de servir al bienestar humano y el respeto por los equilibrios ecológicos. Aunque muy imperfectamente, estos estados soberanos permiten, en el conflicto de clases, expresar el equilibrio de poder, la expresión popular y una cierta distribución de la riqueza. Todos no tienen la misma forma. Por lo tanto, España, pero también Alemania, han optado por ser mucho más descentralizados que Francia. Pero ambos siguen siendo obstáculos para la búsqueda global de ganancias de un capitalismo cada vez más financiero. Este es el obstáculo que las oligarquías han abordado con los Tratados de Maastricht y el Acta Única Europea. Para contrarrestar mejor el aumento de la resistencia nacional, la idea de una "Europa de regiones" como la "Europa federal", o ambas a la vez, podría ser el caso de una oligarquía transnacional que no acepta que las luchas y políticas sociales interrumpan su fiesta. En las controversias actuales todo vale para ocultar la lucha entre las clases dominantes y la gran mayoría de los que tienen un interés en el progreso social, democrático y ecologista: aquí, toman la forma de luchas religiosas, hay luchas entre regiones y en otras partes lucha entre nacionalismos.

Afortunadamente, se escuchan otras voces en España, como la de Ada Colau Ballano, la admirable alcaldesa de Barcelona, la ​​de Izquierda Unida y la de Podemos. La salida de estos impases pasa por la posibilidad de que los catalanes decidan. ¿Qué empieza con eso? 

Finalmente se han convocado elecciones,  pero van acompañadas de la destitución y el encarcelamiento de los líderes catalanes legítimamente electos. El silencio de las instituciones europeas las hace cómplices. ¡Qué hubiéramos escuchado de ellas si se hubiera producido una negación tan democrática en Rusia, China o Venezuela! ¿Dónde están las bellas proclamas sobre el estado de derecho.  Querer resolver dicha controversia encerrando en la cárcel a catalanes electos, eliminando la autonomía de Cataluña y su puesta bajo control del gobierno central, amordazando la prensa y amenazando a los alcaldes, constituyen intolerables actos de represión política, ideológica y cultural contrario a los valores de una democracia moderna y a los que reclama la Unión Europea. 

Es inaceptable tratar al Sr. Puigdemont y a los suyos, cuyas ideas políticas y diseños no comparto, como criminales o terroristas. No pueden merecer decisiones judiciales tan grotescas y excesivas de una parodia de justicia en un país tan cercano, que forma parte del Consejo Europeo. Estas decisiones de la derecha española, calurosamente aplaudidas por el PSOE, no son un golpe contra la independencia de Cataluña, sino contra la democracia española y la idea de la democracia en Europa, sumidas hoy en un agujero negro. No se sorprenda nadie entonces por el aumento de la extrema derecha.

Las fuerzas progresistas, española y catalana, deben pedir a los ciudadanos de la Generalidad y del resto de España que decidan su futuro en el marco de una nueva constitución. Una nueva constitución que ha de generar una república federal y solidaria que garantice verdaderamente todos los derechos humanos. Todos ellos pueden contar con nuestra solidaridad.



Benito Sacaluga.




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