18 de enero de 2014

ECONOMÍA Y DEMOCRACIA






Desde hace tiempo venimos soportando una serie interminable de medidas económicas y sociales que nos afectan directamente en sentido negativo. Las causas que el gobierno esgrime para justificarlas son dos: la integración en Europa y la crisis económica global. Si bien las medidas se han tomado prácticamente en todos los países no todos han sido afectados en la misma proporción como consecuencia de las desigualdades existentes, unas desigualdades que se pusieron de manifiesto por primera vez cuando se creó la Comunidad Económica Europea (Mercado Común) allá por 1957 y que lejos de disminuir han ido aumentando a lo largo del tiempo. Desde la existencia de la Unión Europea (1993) las desigualdades se han acentuado. Si bien se ha avanzado mucho en logros sociales de bajo coste económico como es, por ejemplo, la consolidación de las libertades individuales como algo inatacable. De la misma forma se ha hecho posible la existencia de organizaciones independientes o no, que se esfuerzan por controlar la acción de los gobiernos desde la denuncia formal y la protesta activa.

Las exigencias de estas organizaciones de ciudadanos suelen ser oídas por los políticos y en ocasiones se consiguen resultados satisfactorios, pero esto solo sucede en muy contadas ocasiones y siempre que las demandas no tengan un peso económico importante, ni estén relacionadas con decisiones económicas de calado. Llegando al tema económico la democracia se debilita, por no decir que deja de existir, ya que se hace imposible el autogobierno desde su vertiente social, es decir mediante el respeto a aquello que la mayoría de los ciudadanos entienden como justo o preferible. Las decisiones económicas nunca se basan en lo que el pueblo quiere, sino en lo que el gobierno entiende que la nación necesita. En el caso de España las decisiones economicas ni siquiera surgen de necesidades nacionales, sino que se toman al dictado de un grupo de países con los que España tiene unas desigualdades económicas muy importantes y evidentes. Nuestra permanencia en la Unión Europea debe ser renegociada sobre la base de que la misma nos debe aportar ventajas y no los graves problemas que hoy soportamos, nuestro autogobierno debe ser intocable.

Sin margen de error podemos afirmar que la economía está por encima de la democracia.  No es aceptable aquí esgrimir que todos estábamos de acuerdo con la pertenencia a la Unión Europea, esto no es cierto y además tampoco se informó debidamente a los ciudadanos de lo que ello significaba, ni de cual iba a ser la hoja de ruta ni de las consecuencias a medio y largo plazo.Tampoco es cierto que el actual partido en el gobierno represente a la mayoría de los españoles.

Si repasamos las políticas economicas de los últimos cinco años comprobaremos que todas las medidas adoptadas son medidas cortoplazistas, dirigidas a la reducción del gasto social, al abaratamiento de los salarios y a la elevación de las cargas fiscales de todo tipo, medidas tomadas desde el poder que otorga una mayoría de votos, pero, desde luego, no una mayoría de la población ni mucho menos. Según esto es perfectamente admisible concluir que la democracia no está siendo adecuadamente respetada. Por otro lado cada vez nos encontramos más cercanos a una forma de Estado netamente liberal en el que el autogobierno no tiene posibilidad de ejercerse, y por tanto desaparece la confianza de la sociedad en la posibilidad de conseguir mejoras sociales o económicas utilizando la política como vehículo, de aquí nace parte de la creciente repulsa de la sociedad a nuestros políticos e instituciones. En el otro lado vemos como las peticiones de empresarios y financieros son atendidas desde el gobierno y por supuesto tampoco éstos representan a una mayoría, lo que hace evidente que se gobierna para el capital con los votos de los trabajadores, y si es preciso modificando la Constitución de forma unilateral como ya ha sucedido.

Si tomamos como referencia las últimas elecciones generales, celebradas en plena crisis económica, el partido más votado fue aquel que prometió acabar con los incipientes recortes del gobierno en funciones, además de potenciar las políticas sociales. Se votó contra la aparente ineficacia y contra la corrupción. Hoy dos años más tarde la situación de los españoles ha empeorado hasta limites que nunca habríamos imaginado y la corrupción ocupa lugar preferente en el baremo de nuestras preocupaciones, no solo la corrupción de carácter económico sino también la institucional. Ante esta situación queda claro que la economía liberal y el autoritarismo están devorando a la democracia. Cualquier ambición social, cualquier posibilidad de autogobierno se ha convertido en un sueño imposible para los ciudadanos. El capitalismo global se ha impuesto sobre la política y sobre las ideologías, los ciudadanos no acaban de darse cuenta y siguen buscando la solución en una siglas más o menos prometedoras, valorando los discursos más que los hechos.

Se convocarán nuevas elecciones y uno de los dos grandes partidos ocupará el poder, si no goza de mayoría absoluta pactará con sus afines, no olvidemos que son políticos profesionales y que actualmente la mayoría de ellos no tienen en la practica más ideología que aquella que el poder económico les impone.

Todo lo que hagan será mediante una utilización perversa del sistema apelando a la legitimidad de unos votos. En aras de un pacto, al igual que Saturno para conservar su reinado devoró a sus hijos, el Estado a través de su clase política devorará de facto a la democracia para cumplir su pacto con el capital. Los ciudadanos seguiremos sin opciones, simplemente porque lo que falla es el sistema establecido.

Un sistema, el actual, desde sus inicios hipotecado por el poder anterior, por el nacionalcatolicismo, un poder que pervive y que después de haber aceptado la existencia de las libertades, una aceptación en buena parte exigida por nuestros actuales socios europeos para poder ser admitidos en su club, ahora las trata de eliminar "democraticamente". Unas libertades que la derecha española soporta cada vez con más desgana y que diariamente trata de limitar; así continuará hasta que esa delgada linea roja que algún día la sociedad trazará les impida seguir avanzando, momento en el cual podremos empezar a recuperar el terreno perdido, históricamente siempre ha sido así. El tiempo que tardemos en comenzar a trazar la línea roja depende de nosotros.

Benito Sacaluga






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