6 de enero de 2014

CAZANDO EN ESPAÑA





A los tres años escasos de terminar la Guerra Civil, con una España destartalada y unos cuanto millones de españoles en la miseria, subsistiendo a base de cartillas de racionamiento y quitándose los piojos a golpes,  los del glorioso Movimiento Nacional se fueron de excursión a Toledo, buscando un lugar apropiado para gastar todas las balas que les habían sobrado, aparte de las que guardaban para que la represión estuviese suficientemente documentada. Se trataba de encontrar algo cerca de Madrid, pues el Generalísimo ya había dejado claro que eso de salir de El Pardo no le gustaba, a no ser que fuese para ir a su querida Galicia o al Palacio de Oriente a levantar la mano.

Llegando a Los Yebenes preguntaron a su alcalde si conocía alguna zona adecuada, una finca que dispusiese de un abundante número de animales de cuatro patas, de esos que se cazan a tiros ,escondido entre los matorrales con la escopeta, la canana bien llena y una petaca rebosante de Carlos I. Una zona para practicar el noble arte de la caza a pie, pues ya se sabe que el Caudillo era de Infantería. Poco tardaron las autoridades locales, o sea la Falange, en dirigir a la comitiva a una extensa finca situada en el vecino término de Mora.

Llegando al término de Mora fueron conducidos a una finca de casi 7.000 hectáreas, lindante con la provincia de Ciudad Real. Grandes arboledas, encinas , brezos, madroños, arroyos, en su centro un bosque natural de 654 hectáreas, terreno ascendente en suave pendiente hacia el norte, hermosa vista de los Montes de Toledo y ciervos y jabalíes por todas partes, dedicados a vivir sin meterse con nadie, junto con algún que otro lince ibérico. En sus cielos águilas reales y buitres negros haciendo las acostumbradas prospecciones en busca de algo que llevarse al pico.

A la vista de tanta abundancia cinegética la decisión fue fácil de tomar. Nos lo quedamos, dijeron los señores de la chaqueta blanca y la camisa azul, además de añadir que desde ese mismo día el paraje se llamaría Coto Nacional de los Quintos de Mora. Lo de nacional quería decir que todo el dinero que hiciese falta para su conservación, mantenimiento, etc... corría a cargo de los españoles que estaban en la cola del reparto del pan, y que los animales que allí se abatieran eran para los dueños de las escopetas, que para eso habían ganado una guerra.

Podemos imaginarnos la cara que pondrían los ciervos la primera vez que vieron aparecer por allí a unos señores vestidos de caqui, con sombrero austriaco a lo Hitler, pegando tiros a diestro y siniestro, matando a todo lo que se estaba quieto, tipo fusilamiento, y a otros con pantalones de pana remendados y boina cargando con las escopetas, las alforjas, el Carlos I y una silla plegable de esas de una sola pata.

A los pocos años la población de ciervos y jabalíes había descendido alarmantemente. Para intentar solucionar el problema tuvieron la feliz idea de llevar allí unos cuantas decenas de gamos del monte de El Pardo, pero los pobres, como tantos otros habitantes de esta España, no soportaron el exilio y la palmaban antes de que les pegasen el tiro.  Mejor suerte tuvieron instalando un grandioso criadero de perdices, las pobres se reproducían que daba gusto, tanto que además de servir adecuadamente para vaciar los cartuchos de los tiradores, aún daba para exportarlas a otros cotos para que se las cargasen a perdigonazos, como dios manda, que para eso habían venido al mundo. Los del gobierno, que eran más de fusil, más que nada por lo de la mira telescópica, nunca acabaron de cogerle el gusto a eso de la escopeta, además algunos campesinos tenían una y por tanto era un arma de baja clase para ellos, tan acostumbrados durante tres años a manejarse con los subfusiles que Adolf les enviaba. Pero claro, como Hitler ya hacia tiempo que nadie sabia donde estaba y los yanquis solo nos querían vender tanques de segunda mano, fueron adoptando la muy española escopeta alternándola con los fusiles de repetición, eso si con perdigones como obuses, que ya se sabe que los ciervos son muy peligrosos y en cuanto te descuidas te atacan, te caes al suelo y te manchas el traje de Coronel Tapioca.

Cuando Franco murió, se defenestró a Adolfo Suarez y llegó Felipe a la Moncloa, pensé que, como era socialista y no cazaba, una de las primeras cosas que haría sería habilitar el Coto como espacio protegido y convertirlo en lugar de visita y esparcimiento para los que lo habíamos pagado y mantenido durante casi cincuenta años. Pero no, de eso nada, tras ver La Escopeta Nacional  y darse cuenta de que a los cotos a lo que menos se va es a cazar, en todo caso se mata lo que se puede y se negocia lo que sea, decidió no hacer nada de nada. Sus amigos ministros, jueces, banqueros y constructores siempre se lo agradecieron, es tan fácil y provechoso cazar allí que incluso un ministro se atrevió a hacerlo sin licencia, como los falangistas de antaño, y sorprendentemente  le costó el sillón. El cazador cazado.

Después de Felipe, vino Aznar, luego Zapatero, ahora Rajoy, pero nada, que los españoles seguimos teniendo un coto de caza pero que no podemos ir a el ni para hacer fotos. Pero no importa, debemos estar tranquilos, algo ingresa en las arcas públicas. El año pasado se convocó un concurso denominado "Aprovechamiento de monterías y recechos durante la temporada cinegética 2012-2013 en los cotos de Quintos de Mora (Toledo)". El importe de salida era de 70.000,00 euros (1.000 por cada puesto de montería, barato) y se adjudicó por 90.017,00. El único criterio para la adjudicación era la oferta económica.

Está bien esto de organizarles la caza a los ricos y a los políticos para que puedan hacerse una foto rodeados de cuernos. Además, si queremos ir a ver cosas del Patrimonio Nacional relacionadas con animales salvajes para eso está el Valle de los Caídos, se puede visitar cuando se quiera, eso si previo pago de nueve euros, misa incluida.

Benito Sacaluga




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